La piel no sufre las inclemencias del invierno,
teniendo por infierno el de vivir de allí lejano
Adán lanza, queriendo desbordarlo, lagrima al lago,
- ¿Qué pretendes, oh humano con ese fútil gesto? - pregunta el perro taimado
- No es, sino una esquirla del alma mía, que aquí se ha cristalizado
Sapere aude |
La hierba se sacude, al juego de los latidos
responde al terremoto, el morir de los sentidos.
Crujen las montañas, descienden los rios
y al final caen los dioses abatidos.
Pecado capital, pues siniestra sierpe
persigue a Lilith por una fuente
la asustan las furias con cuentos remotos
ella teme la respuesta del otro.
- No fuera mi tiempo eterno, para contigo compartirlo,
inconmensurable mi alegría, poder dártelo amor mio - dice una.
- Y no son sino dos lunas en el cielo frente a mi brillando
que me da paz en esta noche que por desgracia está acabando - dice el otro
Mas el daño ha sido hecho, oh Harpócrates, viejo inquino.
Ego volo te |
La serpiente en su descenso, ha matado ya su oído.
Y los poemas no se oyen, y las sonrisas no se sienten.
Gesticulando los condenados, uno frente a otro en desatino.
Mas como Cronos, apiadase de los sordomudos
les da a sus manos la robada inteligencia
y es con el tacto que los amantes silenciosos,
en la quietud del paraiso, se inmolan con prudencia.
Despierta al poco astuto zorro,
tras el monte se eleva la aurora
alumbra dos cuerpos moribundos
muertos de amor, tras la ventana.
Raiben