Al principio cual semilla, tienes una avidez por el conocimiento, tienes ideas fulgurantes que crecen dentro y mueren por salir fuera de ti.
Te transformas en un tallo cuya única dirección, ir hacia adelante, te permite desarrollarte fácil aunque débilmente y desarrollarte.
En esa maravillosa época dibujas, corres, ríes, juegas, y (como no) te permites ver la vida color de rosa.
Pero poco a poco, van creciéndote nuevas ramas, nuevas hojas, nuevas preocupaciones.
Ese débil y flexible tallo, a base de resistir lluvia viento y tormentas, va endureciéndose, volviéndose rígido.
Aun recuerdo esa vida color de rosa ya que, aunque amaneció temprana, siempre he gozado de buena memoria. Recuerdo las ilusiones, la piel erizada, ese barboteo estomagil que no te abandonaba ni aun en la hora de dormir.
Y las ideas, oh las ideas, planes, ilusiones, alegrías...
Toda una ristra de imágenes y cuadros sin pintar,
todo un holliwood de películas sin terminar.
Ideas que quedaron para siempre en el tintero.
Una vez ese tronco se endurece, una vez te fortaleces contra el viento.
Ya no hay sueño que emane, ni rocío en la mañana que cree una bonita foto.
La vida se torna una via de tren, en un solo sentido; el de seguir adelante.
Las ramas, ya crecidas, no dejan sitio a la imaginación.
Ya no hay Romeos y Julietas, ya no hay héroes y princesas
ya no quedan gestas, torneos, inspiraciones de poemas.
Los juegos acaban pronto, pero no las ganas de jugar.
Pero el mundo se va volviendo monocromo, y hay muchas raíces que vigilar.
Los carpe diem, siempre vanos y vacuos, son unos pseudo-Peter Pan cuyo disfrute les ha de crear una mas poderosa y eterna resaca.
En ese tipo de vida... ¿qué buscarán?
Leí hace tiempo que el tabaco endurece el sistema sanguíneo, quizás sea esa la explicación de tal rudeza.
Un rigor mortis cardiovascular en vida costeado a base de los envites del oleaje.
Siempre me creí tortuga, valiente de mi lanzándome al mar creyendo que el tenue caparazón me protegería.
Pero son las mismas corrientes que uno busca, los que acaban endureciendo ese caparazón, hasta niveles que ni uno mismo buscaba.
Pero la vida es así, un no parar, siempre hacia delante...
¿Será por eso que me cuesta tanto crecer por dentro?
¿Por qué si no, será?
Raiben